Para Oscar Aguado¿Qué se puede esperar de la poesía?
¿Acaso hacernos sonreir como a lactantes
ante la musiquilla fácil de la rima?
¿la sorpresa de una imagen nunca oída,
la reimpresión recreada de los sentimientos de siempre,
expuestos, si hay suerte, de otra manera?
¿la realidad retratada con un velo de mágia,
la historia lejana que nos saque del pasmo?
¿un fogonazo o aunque sea una luz del tamaño de un led
de belleza pasajera?
¿un remover deseos, un incitar a la búsqueda, un reabrir heridas?
¿Qué coño se puede esperar de la poesía
más allá de los tópicos que reflejan
el sentimiento pasajero de la adolescente enfebrecida,
la idea simpática, y qué más da si suena ajada o falsa,
el amor expresado en pareados simples, recurriendo a metáforas manidas?
¿Qué se puede esperar de la poesía
sino que de vez en cuando te toque en lo profundo,
logre expresar lo que tu mismo sientes,
lo que ni siquiera sabías que sentías?
Y hablo de plenitud y de placer y de conocimiento.
¿Y qué puede esperar el poeta?
el poeta, que visita los antros donde se sirven versos,
donde se late al ritmo de las palabras encadenadas
El poeta que se aburre ante el blablabla
ante la verborrea de peso atómico del vanidoso vate
a la caza de la instantánea admiración
del aplauso agradecido
del juicio rápido y sonriente de su público
que apenas recordará, sino el leve impacto,
la difusa sensación de lo escuchado,
¿Qué espera el poeta?
el poeta que se esconde
pues no se siente digno o no logra
fundirse en ese mismo espíritu de comunión verbal
¿o no se siente poeta, el poeta?
Él
el que arranca su cáscara a la mentira,
el que flagela el amor y lo expone
en toda su potencia, en todo su dolor,
Él
el que retuerce las imágenes
y las recrea jugosas y renovadamente frescas
El poeta, que conmueve y se conmueve
puesto que ha envuelto sus palabras
en su piel desgarrada,
con su sinceridad irreflexiva,
con sus ganas de llorar y de ser abrazado y consolado,
por mucho que su mal parezca irremediable mientras lo declama,
el poeta, que al cabo es arrastrado hasta el atril,
hasta la tarima del café
donde se desnuda y lée para tí, y dice, y siente,
y te hace comprender, o recordar, por fín
para qué coño sirve
qué se puede esperar de la poesía.