
Salimos a la tarde con el alma al aire
prestos a caer victimas del hechizo de unos ojos cualquiera
dispuestos a convertir si se tercia lo que queda del día
en el hecho decisivo, el nuevo turning point,
el punto de inflexión que nos redefina
y entonces allí estás, por ejemplo tú
y de repente parece que resumes un ideal de belleza
y sutilmente consigo que me escuches
o quizás finjas,
o quizás ya estabas predispuesta
y yo te escucho a ti, e idealizo
cada faceta nueva de las que me abres tus velos,
y luego automatizo mis respuestas
mientras te observo, y me dejo enamorar del claro de tus ojos
de tu cintura al frió por debajo de la blusa,
de los pozos de tus mejillas
y me imagino extendiendo la mano
rozando con el dorso tus pómulos, tus labios
imagino estrecharte, imagino,
mientras tú me cuentas, me cuentas y me cuentas
hasta que la noche se termina,
y los horarios y los compromisos, y los derroteros
y el transporte público nos distancian.
Y al volver a casa la noche no huele a decisiva
Y parece que el alma se sienta derrotada,
más me llevo conmigo esta humilde magia,
la luz de tus ojos de ámbar me acompaña a la almohada.