ENCRUCIJADA


A veces, abatidos,
en una encrucijada, a cuestas con la vida,
todo deja de funcionar bruscamente
dentro de uno
mientras fuera
el tráfago infinito acelera ajeno su ritmo.
Inertes, la voluntad negada a hacer su teatro.
sin mover los dedos temblorosos
ni la cabeza, que ha dejado de ser guardián y juez,
la mirada sobre la moqueta de un café,

volvemos los ojos a otra parte.

Un junco,
movido por la brisa que acaricia los brazos,
nos recoge en la orilla y nos transporta
hacia el centro de un río que lentamente fluye.
Calma, vacío, silencio,
que sólo el latir suave, el hondo respirar, el rumor rompen,
cálida cataplasma, de donde me rehago
poco a poco, sin prisas, la voluntad parada,

retorno poco a poco, al ritmo de mis días.

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